Una colaboración de Jocke para Aetheria Travels
Las primeras imágenes de Londres que recuerdo provienen de mi imaginación. Se las debo a novelas, cuentos, historias o películas que generaron en mi un universo inicial de escenas repetidas.
Recuerdo, por ejemplo, visualizar las calles de Londres de la mano de Sherlock Holmes y su amigo, el doctor Watson, resolviendo los casos que salían de la imaginación del escritor Arthur Conan Doyle. También reproducir escenarios nebulosos de esas calles, donde se produjeron los famosos asesinatos de Jack el Destripador (Jack the Ripper), cuyos hechos han abonado la producción literaria y fílmica hasta nuestros días.
Hoy en día hay suficiente material gráfico y fílmico para retratar en sus múltiples caras una ciudad tan influyente. Sin embargo, si se ha tenido la oportunidad de visitarla y ponerse en contacto con esta urbe, entonces, de la imaginación y la realidad, surgen nuevas situaciones, llenas de sorpresa, inquietud y belleza.
En 2002 tuve la oportunidad de visitar por primera vez Londres y, como muchos, me regocijé recorriendo los lugares más o menos comunes. La Torre de Londres, Piccadilly Circus, el Parlamento, el Támesis, etcétera. Por cierto, era noviembre, hacía frío y no había niebla. Este fue el primer choque entre mi imaginación y la realidad turística londinense. No hubo niebla, no es un hecho trascendente, ni mucho menos, pero desmitificó mi sentir imaginario sobre esa gran metrópoli.
Debo decir que sólo una vez he visto niebla en Londres, a pesar de que la he visitado muchas veces en distintas épocas del año. Por lo tanto, puedo asegurar que la niebla londinense es uno de sus mitos más vendidos, aunque lo que sí hay, a veces, es smog.
Fue hasta mi segundo viaje en 2005 que empecé descubrir la piel rugosa londinense, sus calles y sus historias. Cuento con la ayuda de mi hermano Luis Alberto, habitante feliz de este entramado desde hace más de 20 años y ciudadano londinense ganado a pulso.
En este segundo viaje puse más atención a las calles con sus casas adosadas, los adoquines, las chimeneas, los autobuses de dos pisos, las cabinas telefónicas y sus míticos taxis. Todo el escenario cinematográfico que sí se mantiene en el Londres actual y que cumple con creces uno de sus papeles más importantes, el de atracción turística. Hay que reconocerlo, Londres se sabe vender. También hay que reconocer que esta ciudad se adapta a los cambios. Por ejemplo, en la actualidad, paso a paso, se va imponiendo el uso de la bicicleta y se aprecia un celo creciente por la preservación de sus parques, que hay muchos y muy bellos.
Otro aspecto curioso que tiene que ver con su largo historial comercial, es su “flexibilidad” en el ámbito económico. Desde las grandes transacciones en la City, una de las capitales de la especulación financiera, hasta otro tipos de mercados como los: car boot sales, que en México llamamos mercado de chácharas y que en Londres es un sector para “iniciados”. No en vano se considera que en esta ciudad puedes conseguir “absolutamente cualquier cosa, si sabes dónde buscar”.
Los museos merecen una atención aparte. Desde los más reconocidos, como el Museo de Historia Natural, el Museo Británico, el Museo de Arte Moderno, y el Victoria and Albert Museum, entre los más famosos, hasta otros como el de Sherlock Holmes, o el museo de cera, escaparate de vanidades, Madame Tussauds.
La vida cultural de esta metrópoli es impresionante. Uno de los aspectos más significativos es su cosmopolitismo. La primera vez que me subí a un autobús de dos pisos para “turistear” por Londres, pude escuchar por lo menos cinco idiomas distintos, una auténtica Torre de Babel. Dicen los que saben que en esta ciudad se hablan entre 250 y 300 lenguas, lo que la ubica como la más variada del mundo.
Londres es a todas luces multicultural, miles de personas de distintos países la cohabitan e imprimen su sello por todas partes, dotándola de una personalidad que impresiona. Tanto es así que el conocido actor y comediante John Cleese (Monty Phyton) se quejó de que Londres no es más una ciudad inglesa.
Discusiones aparte sobre la “identidad” en las grandes urbes, Londres es una ciudad especial que, a pesar del proceso del Brexit, resulta extraño pensar que esta urbe pueda revertir su conexión multicultural. Basta encender la televisión y ver un partido de futbol, para reconocer la cantidad inmensa de jugadores extranjeros que juegan en ella y que la convierten en una de las más importantes del mundo, si no es que la primera.
La última incursión que hice por ahí, visité algunos restos romanos cerca de la City. Vestigios del otrora poder imperial que fundó esta ciudad a principios de nuestra era y la ocupó por varios siglos, (siglo I d.C. hasta el V) y que llamó Londinium. Sin temor a equivocarme, un lugar fascinante que me atrae y que espero poder seguir visitando.
Aquí les dejo unos textos recopilados por mi hermano que hablan de esta ciudad. Algunas fotografía mías y de él y la sugerencia para que, aún en tiempos de pandemia, si existe la posibilidad de conocer esta urbe, no se la pierdan.
“I do hate the City of London! It is the only thing which ever comes between us.”
[Odio la ciudad de Londres. Es la única cosa que siempre se interpone entre nosotros.]
– Arthur Conan Doyle, A Duet with an Occasional Chorus, 1899.
“The parks be the lungs of London.”
[Que los parques sean los pulmones de Londres.]
– Charles Dickens
“I’ve been walking about London for the last 30 years, and I find something fresh in it everyday.”
[He caminado por Londres por treinta años y cada día encuentro algo nuevo.]
– Walter Besant
Jocke. Madrid, julio del 2020.
Créditos: fotografías por Joaquín Pérez y Luis Alberto Pérez