Un barco venido de España
Fue un 21 de octubre de 1658. Ese día llegó a Portobelo, una ciudad colonial española asentada junto a una hermosa bahía de lo que hoy es el Caribe panameño, un barco que venía desde la lejana España. Junto con otros muchos objetos, la nave transportaba una imagen religiosa, la figura de un cristo tallado en madera negra. Se trataba simplemente de una escala, de una parada breve, probablemente para recargar víveres y reponer provisiones, pues el navío debía continuar rumbo a otros territorios de América, quizás a Colombia o al Perú.
Sin embargo, cuando el barco se dispuso a zarpar de nuevo, se desató una terrible tormenta que le obligó a permanecer amarrado en Portobelo. Hubo un segundo intento de partida, incluso alguno más: todos fueron infructuosos. Cada vez que la nave pretendía poner rumbo a su destino final, el cielo se enfurecía y disparaba hacia abajo rayos, truenos y gotas de agua como si fueran lanzas líquidas.
No quedó más remedio que rendirse a la evidencia. Se trataba de una señal poderosa, de un mensaje divino: el Cristo Negro había llegado a Portobelo y era allí donde deseaba permanecer. La población afrodescendiente del lugar, traída a la fuerza de África a América cuando el Reino de España prohibió la esclavitud de los indígenas americanos, rápidamente se identificó con la talla de piel oscura.
Otras versiones de la leyenda del Cristo Negro
Como ocurre a menudo con las leyendas, existen diversas versiones sobre la llegada del Cristo Negro a Portobelo. Se dice también que lo encontró un esclavo pescador que avistó en la bahía un cayuco a la deriva con una gran caja de madera dentro. Un barco la habría arrojado por la borda para deshacerse de su exceso de carga. La sorpresa del pescador fue mayúscula al descubrir en el interior de la caja la bella imagen de un Cristo de piel oscura. Se cuenta también que, enterados de la aparición de la talla, los españoles quisieron entonces enviar la imagen a algún otro lugar lejos de Portobelo, pero fue entonces cuando las repetidas tormentas impidieron que el Cristo Negro abandonara la localidad.
Una tercera versión promulga que la llegada del Cristo Negro a Portobelo fue fruto de una equivocación. Se habían encargado a España dos tallas religiosas: San Miguel para la población de Portobelo y el Nazareno para la población de Taboga. Al atracar en Portobelo, las tallas se confundieron y se desembarcó la del Nazareno que finalmente se quedó en la localidad. El Cristo se colocó en la primera iglesia de San Felipe, que fue destruida por el pirata inglés Henry Morgan en 1688. Más tarde fue trasladado al actual templo levantado en 1814.
Los milagros del Cristo Negro
Sea como fuere e independientemente de su origen, todas las leyendas coinciden en el poder milagrero de la talla de madera. Al Cristo Negro se le atribuyeron diversos proezas, pero sin duda la más portentosa fue la relacionado con una terrible epidemia de cólera. La enfermedad se extendía por Portobelo sin clemencia alguna. Caían hombres y mujeres, niños y ancianos, de tal manera que la población empezó a diezmar considerablemente.
A grandes males, grandes remedios: arrastrándose de rodillas, los habitantes de Portobelo se postraron ante el Cristo Negro, suplicando su intervención divina para acabar con la plaga que arrasaba sin piedad la ciudad. Parece que el Cristo Negro fue sensible a las súplicas pues súbitamente y de manera prodigiosa la epidemia cesó.
Procesión del Cristo Negro
En recuerdo de la intercesión y de la clemencia del Cristo Negro, se celebra todos los años en Portobelo, el 21 de octubre, una procesión famosa y multitudinaria que concluye ante la imagen de madera alojada en la iglesia de San Felipe. Los peregrinos caminan ese mismo día o en las jornadas previas desde Sabanitas, también en la provincia de Colón (ver localización), o desde lugares más lejanos. Todos llevan alguna prenda morada, en recuerdo al Nazareno. Algunos incluso recorren de rodillas largos tramos del camino, sin importarles el dolor o las heridas.
En torno a la iglesia, se despliegan en esas fechas numerosos puestos con escapularios, rosarios, cruces, velas e incluso camisetas en honor al Cristo Negro de Portobelo. Todos los objetos llevan trazas del distintivo color púrpura, que también adorna con franjas de pintura la fachada blanca de la iglesia e incluso la ilumina cuando cae la noche y se encienden los focos que tiñen el exterior del templo del color de la pasión del Nazareno.
Otros puestos, más terrenales, ofrecen comida, fritos y zumos naturales, o bien productos de artesanía panameña. Un ambiente de fiesta acompaña entonces al calor caribeño y húmedo que envuelve a Portobelo. Los mayores y los jóvenes forman corrillos en la plaza principal de la localidad, frente al poderoso edificio de lo que fue la antigua aduana colonial.
Devoción ante la imagen
Hombres y mujeres, niños y ancianos van entrando a la iglesia de San Felipe para encender una vela al Cristo Negro y rezarle con devoción. Sentados en los bancos de madera clara de la iglesia, los fieles esperan su turno para acercarse hasta el camarín donde el Cristo, ataviado con un traje morado de cuello blanco que resalta su tez oscura, escucha estático rezos y plegarias.
Las madres llevan de la mano a sus niños pequeños y les muestran al Nazareno. Así se va perpetuando de generación en generación una de las tradiciones más populares y arraigadas de la provincia de Colón y de Panamá en general.
Estallido de fe
El día 20 de octubre, víspera de la procesión, el Cristo es sacado de su vitrina y colocado sobre un paso procesional dentro de la iglesia. Un día después, el 21 de octubre a las ocho de la tarde, la celebración alcanza su máximo esplendor. El Nazareno traspasa las puertas de la iglesia a hombros de unos cuantos devotos y sale en procesión multitudinaria por las calles de la pequeña población caribeña.
En la plaza frente a la iglesia no cabe ni un alfiler. Los fieles aclaman a su Cristo y se emocionan ante la visión del Nazareno de piel oscura recorriendo las calles de este municipio donde aún resuenan los ecos de los antiguos fuertes españoles que defendían la bahía y las canciones de los esclavos africanos que fueron arrastrados a la fuerza hasta tierras americanas y aún conservan su tradición propia, la cultura Congo.
El Santo de los Cantares
Al Cristo de Portobelo se le ha llamado también el Santo de los Cantares. Y es que son muchas la canciones que se le han dedicado a esta imagen, cuya fama traspasó hace ya largo tiempo las fronteras de Panamá.
Varios compositores y cantantes panameños y de otros territorios caribeños, como la cubana Celia Cruz, realizaron ellos mismos la peregrinación o le dedicaron al Cristo de Portobelo canciones como «El Nazareno», un tema lleno de ritmo del portorriqueño Ismael Rivera, que dice así:
"... El Nazareno me dijo Que cuidará a mis amigos En la iglesia de San Felipe de Portobelo Está el negrito que cargamos con celo El Nazareno me dijo Que cuidará a mis amigos…”
Resulta que Rivera sufría un serio problema de adicción a drogas que amenazaba con arruinar su carrera musical. Algunos amigos le sugirieron que se encomendara al Cristo y así lo hizo. El encuentro con el Nazareno cambió su vida y en agradecimiento, recorrió a pie en varias ocasiones el camino desde el barrio del Chorrillo, en Ciudad de Panamá, hasta el Cristo Negro.
Milagrero o no, lo que está claro, y así lo pude comprobar durante mi visita a Portobelo, es que este Nazareno de piel oscura despierta fervor y devoción sin límites en Panamá.
Mapa de localización
Portobelo 📍 Provincia de Colón, Panamá