Rumbo al Pacífico Sur
El avión despegó de Santiago de Chile y rápidamente giró hacia la costa para evitar la imponente pared formada por la cordillera de los Andes. Ha venido sobrevolando desde hace unas 5 horas los azules del Pacífico Sur. De repente, comienza su descenso, se diría que hacia la superficie del agua. Pero no, a través de la ventanilla se ve tierra. Una pequeña isla, de forma triangular y casi desarbolada, emerge perdida en la inmensidad del océano.
Lejos de todo
La Isla de Pascua, o Rapa Nui en el idioma de los primeros habitantes de la isla, es un punto muy alejado de otras tierras habitadas. Aunque forma parte de Chile, se encuentra a más de 3.600 km al oeste de Valparaíso, la región chilena a la que está adscrita.
Siguiendo en dirección este, las islas habitadas más cercanas a Rapa Nui son las Pitcairn, a unos 2.000 km de distancia. Allí fue donde se instalaron algunos amotinados del navío inglés HMS Bounty en 1790. Geográficamente, Rapa Nui pertenece a Oceanía y, junto con Nueva Zelanda al oeste y Hawai al norte, forma uno de los vértices, el más oriental, del triángulo polinésico.
Tan lejos estaba la isla que los europeos tardaron en llegar hasta ella. El navegante holandés Jacob Roggeveen iba en busca de la llamada «Tierra de Davis», una isla frente a las costas chilenas que el corsario inglés Edward Davis había descrito como repleta de riquezas a finales del siglo XVI. En su lugar, Roggeveen y su tripulación se toparon con este pedacito de tierra perdida en el océano más grande del planeta. Era un 5 de abril de 1722, el día de la Pascua de Resurrección, y por ello la isla fue bautizada como Isla de Pascua.
¡Qué curiosa sensación bajar siglos después por la escalerilla del avión y poner pie en un lugar tan remoto, en la misteriosa isla de los moais que ya asombraron entonces a navegantes experimentados!
Explorando Hanga Roa
El aeropuerto de Mataveri se encuentra en las inmediaciones de Hanga Roa, la única población habitada de toda la Isla de Pascua. El ambiente de esta pequeña ciudad es desenfadado, relajado y amable. Las casas y los comercios son cabañas bajas de tejado metálico flanqueadas por alguna palmera. Los coches y algunos caballos comparten las aceras a ritmo lento.
Los caballos se ven por las calles de Hanga Roa y por toda la isla
La calle principal es Atamu Tekena, que es el nombre del último rey rapanui de la isla. En ella se encuentran pequeños supermercados y tiendas, puestos de comida para llevar, servicios de alquiler de vehículos, farmacias y alguna sede oficial. Conduce directamente hasta el aeropuerto Mataveri.
La isla tiene unos 7.000 habitantes de los cuales aproximadamente la mitad son descendientes de los pobladores originales, los rapanui. Estos llegaron hacia el siglo VII por mar desde otras islas polinésicas, probablemente las Islas Marquesas.
Por las calles se oye hablar tanto español como rapanui, una lengua de origen polinésico que usa 5 vocales y tan sólo 10 consonantes. Hubo una escritura local, la rongo rongo, de la que se descubrieron unas tablillas de madera en el siglo XIX. Sin embargo, a falta de un equivalente a la Piedra Roseta en un lugar tan remoto, ha sido imposible por ahora descifrar completamente esta escritura.
⚉ La Caleta Hanga Roa Otai
Uno de los centros neurálgicos de la localidad es la caleta Hanga Roa Otai. En la caleta se encuentran una de las pocas playas que tiene la isla, la minúscula Playa Pea, y un puerto pesquero donde atracan las barcas de colores. Fue allí además donde descubrí con ilusión mi primer moai.
En torno a la caleta, hay varios negocios de buceo y náutica. También restaurantes donde dar buena cuenta de platos a base de atún o langosta, como el renombrado La Kaleta o la Taverne du Pêcheur, puesta en marcha por un francés que se instaló hace muchos años en la isla.
⚉ Iglesia católica de la Santa Cruz y Mercado Artesanal
Caminando 5 minutos desde la caleta hacia el interior por Te Pito o Te Henua («el ombligo del mundo»), la otra calle principal de la localidad, aparece la pequeña iglesia católica de Hanga Roa. Es alegre y muy sencilla, con un cierto halo de candidez. Data de 1931 y está dedicada a la Santa Cruz.
La original fachada está decorada con una alternancia de signos cristianos y rapa nui. Moisés y unos ángeles conviven con figuras del hombre pájaro o con símbolos de rongo rongo, la misteriosa escritura isleña. En el interior, destacan las tallas de madera de un Cristo, un ángel de grandes alas y de Santa María de Rapa Nui, considerada como la patrona de la isla.
Muy cerca de la iglesia, el Mercado de Artesanía ofrece figurillas y otros objetos de recuerdos. Abundan las tallas de madera, los colgantes con símbolos locales y las réplicas de tablillas rongo rongo. Como no, hay representaciones de moais de tamaños variados para llevar como souvenirs de vuelta a casa.
⚉ Museo Antropológico Padre Sebastián Englert
A unos 2 km de la iglesia, hacia el extremo norte de Hanga Roa, se levanta el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert (MAPSE), el único museo de la isla. Lleva el nombre del sacerdote capuchino, párroco de la iglesia local, que dedicó años al estudio de la cultura Rapa Nui y a recolectar un buen número de objetos antropológicos.
Nacido en Alemania en 1889 y fallecido en Nueva Orleans (Estados Unidos) en 1969 a los 80 años, recaló durante las tres últimas décadas de su vida en la Isla de Pascua. Estudió las costumbres y la historia local, a la vez que aprendió el rapanui y catequizó a los isleños en su lengua nativa. El museo relata la historia de la isla y desgrana la cultura rapanui y sus muchas incógnitas aún por descifrar.
⚉ Complejo ceremonial Tahai
Caminando hacia el sur para volver al centro de Hanga Roa, aparece en la costa el complejo ceremonial Tahai. Cuenta con 3 ahus o plataformas rectangulares de piedra sobre las que se asientan grupos de moais.
Son Ahu Vai Ure, con 5 moais, Ahu Tahai, el más antiguo de la isla cuyo poético nombre significa «donde se esconde el sol» y Ahu Ko Te Riku, restaurado con sus elementos originales, el pukao o sombrero de roca volcánica roja y los ojos de coral.
Como en todos los ahus de Rapa Nui, salvo en uno, las figuras dan la espalda al mar y miran hacia la isla con intención protectora. Aunque son muchas las incógnitas en torno a los moais, se cree que representan a ancestros o figuras benevolentes que velan por los habitantes de la isla.
En el complejo ceremonial se han encontrado los restos arqueológicos de una antigua aldea. Ahí se encuentra también la tumba del antropólogo William Mulloy (1917-1978). Llegó a la isla en 1955 con una expedición y se convirtió en uno de los mayores estudiosos y divulgadores de la cultura rapanui.
⚉ Cementerio
Un poco más adelante de vuelta al centro de Hanga Roa, se encuentra el curioso cementerio, ubicado junto al mar. Al igual que en la iglesia, y como una muestra más del sincretismo de esta isla, en él se conjugan los símbolos católicos con la iconografía local. Es sencillo, desprovisto de pretensiones y uno de los cementerios más alegres que he visto a lo largo de mis viajes.
El sencillo y alegre cementerio de Hanga Roa. Al fondo, se adivina el Ahu Tahai
Desde el cementerio se alcanza de nuevo la caleta Hanga Roa O’tai en poco más de 5 minutos a pie dejando a la derecha la pequeña playa Poko Poko.
Explorando el resto de la isla
Conduciendo el pequeño jeep alquilado, toca salir de Hanga Roa, recorrer las estrechas carreteras y descubrir el resto de esta pequeña isla. Conviene alquilar este tipo de vehículo por la arena y baches que se pueden encontrar en algunas rutas y por el barro formado por las frecuentes lluvias.
Suena en el coche un poco de música de artistas rapa nui contemporáneos. Ante los ojos van desfilando roca volcánica, moais y océano. Tengo que decir que conducir despacio por la Isla de Pascua, en un espacio natural tan abierto, exótico y algo salvaje, me generó un sentimiento constante de libertad.
Ranu Kao, el volcán de totora
En dirección al sudoeste desde Hanga Roa, la carretera bordea el aeropuerto y empieza a ascender. El primer objetivo, a unos 6 km, es llegar al cráter del volcán Ranu Kao, que alcanza los 324 metros sobre el nivel del mar.
Es uno de los tres volcanes que conforman los vértices de la isla. Los otros dos son el Poike, al este, y el Terevaka, el punto más alto al norte de la isla donde las carreteras no llegan.
El cráter del Ranu Kao es espectacular. Anegado por el agua, es ahora una original laguna tapizada por juncos de totora. Es con este material con el que se construyen las barcas tradicionales de la Polinesia y sobre las que llegaron seguramente a la isla sus primeros pobladores.
Kari Kari es el nombre de la hendidura visible del cráter por el que la lava se fue derramando hasta al océano. Es bien visible desde los miradores Hanga Roa y Ranu Kao, ubicados junto a la carretera que llega de Hanga Roa.
Sentarse en el borde del volcán, contemplar con calma los dibujos que la vegetación forma sobre el azul de la laguna, sentir el suave viento de los mares del sur y saberse a miles de kilómetros de cualquier otra isla habitada es sencillamente emocionante.
Los petroglifos de Orongo
Junto al cráter, se conservan los restos de Orongo, que en rapanui significa «El Llamado». Esta misteriosa aldea ceremonial se construyó en en el siglo XVIII en la estrecha franja que separa el volcán del acantilado. Hoy se pueden ver los vestigios de las viviendas de planta circular, que recuerdan de algún modo a los castros celtas. Sus anchos muros fueron construidos con láminas de basalto llamadas keho para protegerse del viento que a veces azota ese lugar elevado.
La aldea era habitada puntualmente por sacerdotes y personajes principales con ocasión de ceremonias sagradas, como la de Tangata Manu, el hombre-pájaro, de la que hablaremos un poco más adelante.
Muy cerca de las casas, unas rocas asomadas al alto acantilado presentan misteriosos dibujos tallados. Estos petroglifos parecen representar figuras de hombre-pájaro y son una de las principales muestras de arte rupestre de la Isla de Pascua.
Orongo ya forma parte del Parque Nacional Rapa Nui, que ocupa un 40 % del territorio de la isla. Es necesario pagar una entrada al parque, válida para 10 días, y respetar los horarios de apertura.
Los islotes o motus
Desde lo alto de Ranu Rao se divisan tres grandes islotes o motus aproximadamente a un kilómetro de la costa. Son Motu Nui, el más grande, Motu Iti, el pequeño, y Motu Kao Kao, el de forma picuda. Son protagonistas de uno de los principales ritos sagrados de Rapa Nui, el ya mencionado Tangata Manu, practicado en la isla entre la época de los moais y la llegada del cristianismo.
Cada primavera, se celebraba entre las diferentes tribus una competición en honor al dios creador Make-Make. Había que conseguir el primer huevo del manu tara ó gaviotín apizarrado, un pájaro que pasa largas temporadas en alta mar y se acerca a la costa para la cría. La prueba requería una enorme resistencia física, ya que el huevo había de buscarse en el islote Motu Nui y tras ello, el joven competidor de cada tribu debía volver nadando a la costa y trepar el acantilado del volcán Rano Kau.
El ganador era designado Tangata Manu, hombre-pájaro, y ostentaba el poder y la jefatura militar durante todo el año siguiente. Hubo ocasiones en las que, en esta prueba despiadada y extrema, ningún competidor sobrevivió. En 1866 se celebró el último Tangata Manu, un ritual que desagradaba a los europeos que habían llegado a la isla.
La costa de los moais
Bajando del volcán Ranu Kao y bordeando el aeropuerto, una de las dos carreteras principales de la Isla de Pascua va siguiendo la costa en dirección este. Es un camino rocoso, llano y marcadamente volcánico.
Llama la atención, como en toda la isla, la casi ausencia de árboles. Sequías, cambios climáticos y una tala masiva produjeron la deforestación de Rapa Nui hace ya varios siglos. Esta situación mermó hasta tal punto los recursos de la isla, que, junto con otras vicisitudes, llegó a poner en juego la supervivencia de los rapanui.
Varios ahus van apareciendo a lo largo de la costa. El primero es Ahu Vinapú, muy cerca de uno de los extremos de la pista del aeropuerto. Se compone en realidad de 3 plataformas. Sus moais están derribados, como consecuencia de las luchas internas de las tribus de la isla en el siglo XVIII, y se encuentran en su mayoría tumbados boca abajo.
Uno de los moais, enterrado y del que sólo asoma la cabeza, es uno de los más antiguos de la isla. Hay también en Vinapú un muro de piedra perfectamente construido con técnicas que recuerdan a las que utilizaban los incas.
Aparece un poco después siguiendo la carretera el Ahu Hanga Te’e, en la zona arqueológica de Vahiu. Sus moais también están derribados, aunque queda un moai de pie y solitario. En este paraje de una gran belleza natural, resaltan en el suelo los sombreros o pukao de piedra roja.
Zona arqueológica de Vahiu
Retomando la carretera, el siguiente ahu principal es Ahu Akahanga, que se encuentra junto al océano. Sus 13 moais también están derribados, aunque perfectamente conservados. A los pies de los moais, también se pueden ver numerosos pukao.
Resalta un pequeño moai, diferente y de color oscuro, también derribado y mirando hacia el cielo. Hay una serie de cuevas en el entorno de este ahu junto al que se dice que fue enterrado el primer rey o ariki de la isla, Hotu Matu’a.
Zona arqueológica Ahu Akahanga con el pequeño moai tumbado boca arriba
Poco antes de llegar al vértice de la isla formado por el volcán Poike, aparece el Ahu Tongariki. Con 15 moais de diferentes tamaños, quizás sea uno de los más espectaculares de la isla. Por su orientación al este, son muchos los que se acercan al ahu al amanecer para contemplar la salida del sol entre las misteriosas figuras.
Rano Raraku, la cantera sagrada
Un poco antes de llegar a Ahu Tongariki, un desvío hacia la izquierda nos dirige hacia Rano Raraku (o Rano a Raraku), el volcán cantera. En sus laderas se tallaron los moais, que luego se fueron ubicando en diferentes lugares de la isla.
La carretera de la costa se desvía a la izquierda hacia Ranu Raraku, el volcán cantera
Otro de los misterios de la Isla es de Pascua es precisamente cómo se pudieron desplazar estas pesadas moles de piedra, al no conocer entonces los rapanui la rueda. Algunas teorías dicen que sobre troncos de árboles, mientras que otras apuntan a que los moais erguidos se manejaban con un sistema de cuerdas y poleas, haciéndoles tambalearse de lado a lado, como si pusieran un pie delante del otro, para avanzar así hacia lentamente hacia el frente.
En la cantera aún se pueden encontrar moais a medio excavar, tallados en la piedra de la ladera, tal y como quedaron en su momento. Incompletos pero intactos han perdurado hasta nuestros días.
Hay en total unos 400 moais de pie, tumbados o semi-enterrados en las laderas de Rano Raraku. Resulta impresionante observarlos despacio, pasear entre ellos y comprobar el gran tamaño de esas figuras hieráticas de largas orejas.
El cráter de Rano Raraku, menos alto y escarpado que el de Ranu Kao, es también una laguna. Bordeada por tierra de color rojizo, recoge el agua de lluvia que hace crecer los juncos.
Hacia la Playa de Anakena
La carretera prosigue ahora dejando a la derecha el vértice formado por el volcán Poike y girando hacia el noroeste. Pasa junto a Papa Vaka, otra zona de petroglifos de la isla.
Un poco más adelante, a mano izquierda, aparece el Ahu Te Pito Kura. Allí está el moai Paro, el más grande de la isla, también derribado. Mide 9 metros y sólo sus orejas alcanzan los 2 metros de longitud.
Sector de petroglifos de Papa Vaka y moai Paro
Muy cerca de él está la piedra magnética Te Pito Te Henua («el ombligo del mundo»). Efectivamente, es ahí donde comenzaba y terminaba la tierra para los nativos de esta isla, completamente aislada durante siglos del mundo exterior.
Al cabo de pocos minutos, aparece la Playa de Anakena, anunciada por sus altas palmeras. Es sin duda la mejor y más amplia playa, sin por ello ser excesivamente grande, de la Isla de Pascua. Se dice que es la cuna de la civilización rapanui y que aquí llegaron en barcas los primeros pobladores desde otras islas lejanas.
La playa es muy agradable, de arena blanca y fina, y se ajusta un poco más al concepto que solemos tener de una playa exótica de los mares del sur. En el acceso a la playa se levanta el Ahu Nau Nau, en el que la mayoría de los moais conservan el pukao.
Playa de Anakena y Ahu Nau Nau
Puna Pao, la cantera roja
Desde la Playa de Anakena se puede volver hacia Hanga Roa por otra carretera que discurre por el interior de la isla. Poco antes de llegar a la pequeña ciudad, hay un desvío a la derecha que lleva a Puna Pao. Si Ranu Raraku proporcionaba la piedra para tallar los moais, este pequeño volcán hacía de cantera de la piedra rojiza con la que se elaboraban sus sombreros.
Desde lo alto de Puna Pao, se pueden ver algunos campos de cultivos y huertos en las inmediaciones de Hanga Roa, así como parte del paisaje que se extiende hacia el norte de la isla.
Imágenes de Puna Pao y de las vistas hacia el norte de Hanga Roa
Ahu Akivi y la cueva Ana Te Pahu
Sin entrar aún en Hanga Roa y desviándonos hacia el norte de la población, continuamos para visitar dos de los lugares principales de la isla que aún quedan por ver.
El primero es el Ahu Akivi. Formado por 7 figuras iguales entre sí, es el único de la isla en el que los moais no dan la espalda al mar. ¿Por qué motivo? Se piensa que este lugar era un observatorio celeste. La posición de las figuras hace que todas ellas se enfrenten exactamente de la misma manera a la puesta de sol durante el equinoccio de primavera y que su espalda se oriente de manera similar al amanecer durante el equinoccio de otoño.
A poco más de 1,5 km del Ahu Akivi, se encuentra Ana Te Pahu. Es la mayor cueva de Rapa Nui, formada por túneles entre la lava petrificada. Su acceso está ocupado por vegetación frondosa, como plataneros y otras especies.
Su nombe se puede traducir como “la cueva del tambor”, por su forma exterior abombada, formada de una capa delgada del lava que al ser golpeada produce un sonido en el interior.
De vuelta por el norte de Hanga Roa
La costa que va volviendo a Hanga Roa ofrece magníficas vistas hacia el océano desde sus coladas de lava ahora petrificadas. Como en otras zonas de la isla, los caballos en libertad pastan a sus anchas. Las olas embisten contra las rocas porosas filtrando la luz del sol.
Toca ir volviendo a Hanga Roa, pero cuesta realmente dejar atrás los paisajes tan libres de la Isla de Pascua.
Cuando el sol se pone por el Pacífico
Hanga Roa mira al oeste. Cuando la tarde cae, el sol desciende poco a poco hasta bañarse en las aguas del Pacífico. En los días despejados, los atardeceres son espectaculares. Las luces rojizas se funden con el azul oceánico hasta convertirse en negro noche.
La caleta Otai es uno de los lugares más populares para ver la puesta del sol al finalizar una larga jornada. Te acompañará allí otro espectador muy especial, el moai en cuyos ojos de piedra, abiertos desde hace siglos, se han visto reflejados centenares de atardeceres oceánicos.
[Saber más]:
🗿 Desde 2019 el nombre oficial de la isla ha dejado ser simplemente Isla de Pascua. Se ha incorporado el nombre original Rapa Nui, por lo el nombre completo es ahora Rapa Nui- Isla de Pascua.
🗿 Como no es de extrañar, la Isla de Pascua fue catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Ofrece un testimonio único en el mundo y una cultura que evolucionó sin influencias externas.
🗿 A pesar de su lejanía y aislamiento, la Isla de Pascua sólo es el segundo lugar habitado más remoto del mundo. El primero es el archipiélago Tristán de Acuña, en el Atlántico sur, perteneciente al Reino Unido.
🗿 La película Rapa Nui (1994) recrea la competición del hombre-pájaro. A pesar de que el film mezcla erróneamente varios periodos de la historia de la isla, da una buen idea de los ritos y ceremonias del hombre-pájaro (ver tráiler).
[Consejos prácticos]
✍🏼 El post Consejos prácticos para viajar a la Isla de Pascua contiene información sobre cómo llegar a Rapa Nui, requisitos necesarios para la entrada en la isla, entrada al Parque Nacional, desplazamientos, alojamiento y actividades.
Situación de Rapa Nui-Isla de Pascua en el Pacífico Sur:
Mapa de los lugares mencionados:
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