2022, un año en movimiento
El año va acabando y es tiempo de recuento. No lo puedo negar: 2022 ha sido prolífico en viajes. Sin duda más viajero que el 2021 y a años luz del extraño 2020. De repente, llamaron a la puerta los viajes pendientes, las ganas de recuperar oportunidades y de sentir de nuevo esa intensa sensación de descubrimiento y libertad al perderme por tierras más o menos lejanas. Europa, Oriente Medio, América (del Norte y del Sur) y África han sido destinos de este 2022.
Invierno
Nápoles, Herculano y Sorrento
Como de costumbre, el inicio del 2022 comenzó en casa, en Madrid. Pero cuando aún no no había terminado el mes de enero, tocó coger el primer avión del año. ¿El destino? ¡Nápoles! Era la segunda vez que visitaba esta ciudad tan magnífica como caótica. Se aborrece o se ama, y en mi caso ocurre lo segundo. En esta ocasión, me alojé en la Nápoles más marítima, mirando a la amplia bahía y con el perfil de la isla de Capri asomando al otro lado de la ventana de mi habitación.
Volví a recorrer a pie la Nápoles señorial y la Nápoles ramplona, desde el Quartieri degli Spagnoli y los altares en honor de Maradona hasta los majestuosos y decadentes palazzos. Volví sin perder un minuto al Museo Arqueológico para ver una vez más los frescos y mosaicos de Pompeya, visité por primera vez el magnífico Museo de Capodimonte y asistí a la ópera en el deslumbrante Teatro di San Carlo. Todo ello bajo la vigilancia incansable del Vesubio.
Desde Nápoles, pude escaparme unas horas y recorrer por fin Herculano, que no desmerece en nada a Pompeya, donde ya había estado hace años. Con el tren circumvesuviano me acerqué también hasta Sorrento, elegante y colgada sobre el mar, que esperaba tranquila al bullicio del siguiente verano.
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Primavera
Palma de Mallorca y la Sierra de Tramontana
Fue al final de marzo cuando otro avión me llevó de nuevo al Mediterráneo. Me esperaba Palma de Mallorca para descubrirme sus secretos de ciudad más allá de lo obvio, del mar y del puerto. Los largos paseos a pie me llevaron desde el gótico hasta el modernismo. Vi arte contemporáneo en Es Baluar y en la magnífica Fundación Miró Mallorca. Aprendí que Gaudí realizó parte del altar mayor de la Catedral, justo al lado de la singular capilla de los panes y los peces que muchas décadas más tarde decoraría Miquel Barceló. En el circular Castillo de Bellver me calaron las primeras e intensas lluvias de abril.
En un pequeño Fiat de alquiler muy coqueto hice una excursión de un día a la bellísima Sierra de Tramontana recorriendo lugares como Valldemossa y su Cartuja, Son Marroig (la antigua residencia junto al mar del Archiduque Luis Salvador de Austria), o Deiá (el encantador pueblo donde residió y hoy reposa en un alto el escritor Robert Graves). Al final del recorrido esperaba el Cabo Formentor, listo para sumergirse abruptamente en el azul del mar.
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Jerusalén y Jordania
Algunos días más tarde, al comenzar la Semana Santa, inicié otro viaje, de nuevo hacia al este y esta vez al otro extremo del Mediterráneo. El avión aterrizó en Tel Aviv y de allí la carretera nos llevó hasta Jerusalén, la Ciudad Santa. Era mi segunda visita y de nuevo este enclave ecléctico, multicultural y a veces incomprensible me dejó completamente fascinada.
La Ciudad Vieja con sus cuatro barrios y sus murallas, el punto dorado de la Cúpula de la Roca, el Monte de los Olivos y su historia milenaria, el animado mercado Manahe Yehuda o el escalofríante Museo del Holocausto Yad Vashem formaron parte del recorrido. Era Ramadán y recuerdo con nitidez el abundante y delicioso iftar que tomamos uno de los días al caer la noche.
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Desde Jerusalén nuestro grupo viajó por carretera a Jordania, atravesando el paso Allenby/ King Hussein Bridge, sólo habilitado para palestinos y extranjeros no israelíes. Los controles varios y esperas tuvieron su recompensa y en el territorio jordano empezó una gran aventura de varios días.
Baños llenos de risas al flotar en el Mar Muerto, las vistas desde el imponente castillo de Karak, la fascinación de ver aparecer el Tesoro de Petra al final del ondulante y estrecho siq, sentir la velocidad y el viento en un 4×4 en el bellísimo desierto de Wadi Rum o el tacto del agua tibia del Mar Rojo en Aqaba fueron algunas de las fabulosas sensaciones de aquellos días. Aún quedaba dormir en Ma’in junto a un manantial natural brotando de los áridos montes jordanos y hacer una visita rápida a los mosaicos de Madaba y al Monte Nebo desde donde se dice que Moisés divisó la Tierra Prometida que nunca habría de llegar a pisar.
Trevejo y la Sierra de Gata
Llego el mes de mayo y con él mi primera y muy gratificante experiencia de blogtrip gracias a la iniciativa de Nacho Trevejo. Fueron unos días recorriendo en coche la Sierra de Gata, en el norte de Cáceres, una comarca hasta entonces totalmente desconocida para mí. El campo extremeño florecía a la primavera en amarillos y morados y las numerosas piscinas naturales se alimentaban del agua del deshielo.
La base del viaje fue Trevejo, una aldea en un alto rematada por un castillo, que parece haber permanecido ajena al paso del tiempo. La conexión con este lugar, sus paisajes y su historia fue inmediata y desde entonces tiene un lugar especial en mi cuaderno viajero.
Desde Trevejo visité pueblos preciosos como Robledillo de Gata o San Martín de Trevejo y otros no menos encantadores como Torre de Don Miguel, Gata o Acebo. En este último lugar pude compartir una tarde con las amables señoras que aún conocen el delicado arte del encaje de bolillos. Otras fantásticas experiencias fueron hacer una ruta a caballo por el campo, conocer un poco más los secretos de la elaboración del aceite de oliva, degustar la sabrosa gastronomía extremeña y comprobar la amabilidad de las gentes y el orgullo justificado que sienten por su comarca.
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Bélgica (I)
Casi inmediatamente siguió una escapada exprés a Bélgica, un país al que habría de volver en dos ocasiones más este año. Fueron pocas horas en Bruselas, una capital para mí ya cercana por los lazos familiares que me unen a ella, y otras tantas en Amberes, una ciudad que me dejó con ganas de más. No sabía entonces yo que este mismo año tendría una magnífica oportunidad de volver a Flandes.
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Chile (Santiago, Isla Negra y Valparaíso)
Llego junio y con él el primer salto del año a América. Una vez más rumbo a mi querido Chile, encajonado entre los Andes y el Pacífico, donde me reencontré con buenos amigos. Santiago me recibió como nunca antes en su ya casi invierno: con los Andes nevados y un cielo nítido que las lluvias del día anterior se habían encargado de aclarar. Vi las montañas desde lo alto del Parque Metropolitano, combatiendo el jetlag desde un acogedor rooftop del elegante barrio de Vitacura o desde mi habitación de un piso alto del hotel Pullman El Bosque. Hubo paseos por los barrios de Bella Vista y Lastarria y por el centro histórico de Santiago donde realicé un nuevo y valioso descubrimiento: el interesantísimo Museo Arqueológico de Santiago.
De Santiago de Chile rumbo a la costa por carretera. La maravillosa casa de Pablo Neruda en Isla Negra, un refugio de coleccionista junto al Océano Pacífico, volvió a encandilarme muchos años después de mi primera visita. Y de ahí, por tercera vez, a Valparaíso: con sus cerros mirando al mar, sus cuestas, sus ascensores y sus omnipresentes murales de arte urbano. Allí, volví a visitar La Sebastiana, otra de las casas de Neruda, que él consideraba como un barco en tierra. Hubo incluso tiempo para una visita rápida a Viña del Mar y a los fértiles viñedos del Valle de Casablanca.
Mi casa en Valparaíso fue el Palacio Astoreca, una casa de época reconvertida en hotel en pleno Cerro Alegre. ¡Despertarse, abrir los ojos y ver entrar por la ventana los cerros de Valparaíso o el amanecer sobre el puerto de un naranja casi imposible fueron regalos impagables!
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Verano
Cambridge, MA
De Chile a Madrid y de allí de nuevo a América, la del Norte. Por segunda vez con con destino a Cambridge, Massachussets, repleta de casitas de madera de estilo victoriano. Días de trabajo intenso, pero también de alguna escapada a los Harvard Arts Museums. Di paseos descubriendo en los campus de Harvard o del MIT las esculturas de Jaume Plensa y edificios de renombrados arquitectos como José Lluis Sert, autor de la Fundación Miró Mallorca (al final todo viaje acaba interconectado con otro de alguna manera), Le Corbusier, el padre de la arquitectura brutalista, o Frank Gehry. Todo ello acompañado de alguna cena con sabor a mar en el puerto de Boston.
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Nueva York
Y desde Boston un tren me llevó hasta Nueva York siguiendo la costa de Nueva Inglaterra. Era tiempo de una nueva visita a la Gran Manzana, la ciudad que nunca duerme, la ciudad que nunca aburre, añadiría yo. Días de caminatas por la High Line, el Village o Central Park, por el Puente de Brooklyn, DUMBO y la orilla del East River. Nuevas visitas al MoMA -unos de los museos que nunca me canso de visitar-, noches de verano y cine al aire libre en Bryant Park y descubrimientos como Little Island o los nuevos miradores, cada vez más altos y transparentes, cada vez más alejados del asfalto de Nueva York donde tiene lugar la vida de la ciudad. Me sigo quedando con los clásicos como el Top of The Rock del Rockefeller Center.
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Bélgica (II)
Junio y julio fueron definitivamente meses intensos de viaje. Fue volver a Madrid y dar otro salto a Bruselas para unos días de trabajo con algún hueco rápido para el turismo: una vista a las tripas del Atomium, que había conocido durante mi infancia, y al cercano Museo del Diseño de Bélgica, junto con alguna rica escapada gastronómica donde no faltaron moules y frites en los largos atardeceres de verano.
Rodalquilar y el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar
Llegó agosto. El principio de las vacaciones de verano comenzó en Almería, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, un lugar que sencillamente llevo en el corazón. Esta tierra de mar, luz y formaciones volcánicas es honesta, verdadera y bella. Es uno de mis lugares en el mundo, de esos que te despojan de lo superfluo y, como se dice comúnmente, «te ponen en tu sitio».
La base fue Rodalquilar, antiguo pueblo minero, hoy blanco y artístico. Desde allí donde volví a lugares como el Cortijo del Fraile, donde ocurrieron los hechos que inspiraron las Bodas de Sangre de Federico García Lorca, o la Isleta del Moro, ese pequeño pueblo de pescadores que mira a un Mar de Alborán delimitado por las estribaciones volcánicas de la costa.
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Sanabria
Agosto todavía deparaba algunas sorpresas más. Las carreteras castellanas me llevaron por los campos amarillos hasta el norte de España. La primera parada fue Puebla de Sanabria, con su Castillo de los Condes de Benavente y sus encantadoras casas de piedra y pizarra. En el gran Lago de Sanabria vi a los alegres veraneantes bañarse en una playa diferente.
Muy cerca de allí, me asombré gracias a la recomendaciónn de los amigos viajeros de Nómadas Ocasionales con una pequeñita y preciosa iglesia pintada en el pueblo de Otero de Sanabria.
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Rías Bajas, Tui y Valença Do Minho
La ruta prosiguió y el Parador de Tui, asentado junto al Miño, fue la base de operaciones de los siguientes días. Excursiones a A Guarda, picoteo de frutos de mar en el puerto, ascenso al siempre misterioso Monte de Santa Tecla, con su castro celta, sus cruces de piedra y unas vistas vertiginosas del Miño al fundirse con el Atlántico. Paseos por Tui, etapa del Camino de Santiago Portugués, por sus calles empinadas y antiguas, por su Catedral y su Judería, comprando dulces en forma de pez que las monjas clarisas ofrecen desde su clausura al otro lado del torno y una subida breve al frondoso Monte Aloia.
Un puente de hierro blanco me llevó al otro lado del Miño para conocer Valença do Minho, ciudad blanca protegida por una potente fortaleza defensiva y una de las joyas del Norte de Portugal. De vuelta a Madrid aún hubo tiempo para visitar el atractivo y decadente Balneario de Mondáriz con sus edificios Belle Époque y sus aguas sanadoras.
Mozambique
Los últimos días de agosto y primeros de septiembre vinieron con un cambio absoluto de registro. Viaje a África Oriental con escala en Doha. Maputo, la capital de Mozambique, me recibía con su cadencia tranquila, los sonidos del portugués y sus largas avenidas con nombres de corte político que recordaban un pasado revolucionario aún reciente. Recorrí Baixa, el casco histórico donde resuena aún con fuerza la herencia portuguesa y europea, vi los murales coloristas del artista mozambiqueño Sebastiao Coana, vi frutas exóticas para mí desconocidas en el amplio Mercado de Maputo y compré algunos recuerdos en la Ferie de Artesanía. Al caer la noche, Maputo nos regaló atardeceres míticos y nos ofreció lo mejor de los restaurantes del barrio de Polana.
Un magnífica excursión de un día nos llevó a la Reserva Especial de Maputo donde pude contemplar jirafas, elefantes, cebras, ímpalas y otros animales moverse a sus anchas en plena libertad. En el extremo este de la reserva, una senda se abrió paso entre la vegetación para descubrirnos la magnífica Playa de Ponta Membene, mi primer contacto con un Océano Índico hecho de matices de azul.
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Socuéllamos
Tras volver a Madrid, el segundo fin de semana de septiembre me llevó de viaje a los campos manchegos. Socuéllamos, Patria del Vino de La Mancha, iba a sorprendernos durante dos días con sus viñedos ya maduros por el implacable sol, sus bodegas y su Torre Museo del Vino, un interesantísimo lugar donde aprender un poco más sobre los secretos de la uva y sus caldos.
Desde el mirador acristalado de la torre, Socuéllamos nos mostró sus paredes blancas, sus cubiertas de teja y su casco antiguo con casonas renacentistas. En una ermita hermosamente blanca vi la imagen de la Virgen de Loreto, acicalada para la Fiesta de la Vendimia que se celebraba esos días. Migas, gachas, quesos y embutidos pusieron una deliciosa guinda gastronómica a la visita.
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Otoño
Bélgica (III): viaje a Flandes
La primera semana de octubre me llevó de nuevo a Bélgica, concretamente a la región de Flandes. Esta vez gracias a un segundo blogtrip en colaboración con Madrid Travel Bloggers y Visit Flanders. Tuve la oportunidad de conocer a nuevas compañeras viajeras, Paloma, Alicia y Carla, y juntas recorrimos durante unos días Amberes, Brujas y Gante, con un enfoque museístico y cultural (¡y también gastronómico!).
En Amberes conocimos el MSKA, el Museo de Bellas Artes de Amberes, reabierto después de más de una década de reformas. Allí se dan cita en total armonía magníficas obras desde los primitivos flamencos hasta los pintores contemporáneos. En Amberes visité también la Casa de Rubens y el muy especial Museo Plantin-Moretus, considerado por sí mismo Patrimonio de la Humanidad. La Catedral, la Grote Markt con el Ayuntamiento, las casas gremiales y la estatua de Silvio Brabo, la ribera del río Esla al atardecer y el edificio rojizo del Museum aan de Stroom (MAS) reflejándose en el agua formaron también parte de los paseos por esta ciudad que aúna tradición flamenca y vanguardia.
La segunda etapa del viaje tuvo lugar en Brujas, una ciudad que deseaba conocer desde hacía años. Brujas nos recibió con sol y nos permitió disfrutar con luz de todos sus encantos. Tras maravillarme con la colección de pintura flamenca del Museo Groninge, recorrí las calles, plazas y canales de esta ciudad de cuento de arriba abajo. Me contaron leyendas e historias sobre la ciudad y me conmoví ante el silencio y la paz del Beguinario de Brujas.
La estancia en la última etapa, Gante, fue más corta, pero ya había estado allí en un viaje anterior desde Bruselas. Aún así, me encantó redescubrir la Catedral de San Bavón y el espectacular políptico de la Adoración del Cordero Místico de los hermanos Van Eyck que ahora se acompaña de una interesante experiencia inmersiva en 3D, y volver a pasear por lugares tan encantadores como el muelle Graslei. Fue en todo caso un viaje interesantísimo, plagado de arte y una experiencia viajera y personal importante.
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La Rioja
A mediados de octubre, época de vendimia en las tierras del norte, puse rumbo a La Rioja para una segunda escapada de enoturismo. En Santo Domingo de la Calzada volví a redescubrir con gusto las leyendas y los edificios históricos de este importante enclave del Camino de Santiago. Haro, la capital del vino de La Rioja Alta fue la base desde donde disfrutamos de las bodegas y del Barrio de la Estación. Desde allí, la carretera me llevó por pueblos tan bonitos como Briñas, San Vicente de la Sonsierra o Briones, donde se encuentra el Museo Vivanco de la Cultura del Vino, y a miradores naturales como el de la ermita de San Felices.
Pasando por una preciosa paleta de paisajes otoñales y jugando con los meandros del río Ebro, la ruta me llevó también a Laguardia, en la Rioja Alavesa, para conocer este pueblo medieval y disfrutar de los vinos y de los murales del artista Guido Van Helten en las Bodegas Solar de Samaniego.
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Málaga
Cuando en Madrid llovía sin parar y la oscuridad se adueñaba de las tardes, tocó ir al sur. De repente, pareció que el otoño quedaba atrás, dando paso a una primavera que se había saltado el invierno. Málaga y su clima suave, la vegetación exuberante, el azul intenso del mar, los ricos vinos y el tapeo hicieron que por unos días el frío de la meseta quedara muy lejos.
Nunca hasta este viaje había recorrido tan bien la ciudad. Me empapé de su historia en el Museo de Málaga. Recorrí arriba y abajo la Calle Larios, seguí la estela de Picasso, subí a la Alcazaba y al monte Gibralfaro. Entré en iglesias, cofradías y antiguos palacios y vi las imágenes piadosas ante las que desfilan los pasos durante la Semana Santa.
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Nuevo Baztán (Madrid)
Se puede viajar lejos o se puede viajar cerca. Y cualquier de las opciones siempre me interesa. La última excursión del año 2022, a principios de diciembre, fue a un lugar de la Comunidad de Madrid al que llevaba tiempo queriendo volver. ¡A veces nos cuesta tanto llegar a lo que tenemos sencillamente al alcance de la mano! Entre nieblas nos acercamos a Nuevo Baztán, el proyecto original y arriesgado que en el siglo XVIII puso en marcha el visionario Juan de Goyeneche con la ayuda del arquitecto y urbanista José Churriguera. Conforme avanzó la mañana, el cielo se fue abriendo dando paso a los rayos de sol que iluminaron el palacio, la iglesia y las casas que conforman esta pequeña localidad levantada desde la nada sobre un páramo madrileño.
(Mi) Madrid
Entre viaje y viaje, siempre está Madrid, mi ciudad. Cuando a veces me preguntan dónde me gustaría vivir, siempre respondo sin dudarlo que aquí. De la misma manera que me encanta perderme por multitud de lugares del mundo, me gusta volver a esta ciudad que tanto ofrece. Paseos fijándome en edificios, detalles de fachadas, tiendas originales o placas donde nacieron, vivieron, crearon o murieron personajes ilustres. Museos y exposiciones, iglesias y teatros, jardines y parques, terrazas, restaurantes y tascas. Todo eso y mucho más nos da Madrid, que acoge con ganas al que viene de fuera y le brinda el lujo del anonimato.
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El Parque de El Retiro ha seguido teniendo un protagonismo especial este año. Es mi contacto cercano con lo natural, con los árboles y los ciclos de las estaciones. El parque tiene además ahora una nueva dimensión. Es el lugar favorito de Cúper, la gran incorporación de este año, el cachorro teckel de mi madre que reparte alegría y cariño a partes iguales. Con Cúper he descubierto el parque a horas más tempranas, esas que regalan exclusividad y silencio.
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Viajar en la mejor compañía
Pido disculpas por la longitud de este resumen. No queda duda de que el 2022 ha sido un año generoso en viajes de lo más variados. Y gran parte de su éxito para mí es que he podido realizarlos en la mejor compañía. He tenido grandes anfitriones en Bruselas, Jerusalén, Santiago de Chile y Socúellamos. He tenido la fortuna de compartir la ilusión del «antes» y el «durante» de los viajes con mi familia y buenos amigos, pero también de revivir el «después» con los que me acompañáis a través de este cuaderno de viajes virtual. Este año, incluso algunos compañeros virtuales se han vuelto reales y han formado parte de nuevos viajes o de paseos por Madrid. A todos, gracias de corazón.
¡Y es que lo mejor es viajar en buena compañía! Porque los lugares son importantes. Pero las personas siempre lo son más.
¡Qué el 2023 sea un año feliz!
En la narrativa de tus viajes se nota el placer de vivir los distintos lugares que has visitado y de grabarlos en tus hermosas fotos, no solo fue armar una maleta y subirse al avión.
Hermosos lugares y como dices gente que te ha acompañado. Pero más aún, la oportunidad que nos has dado de compartir tu compañía.
Que el 2023 sea de más viajes
Un abrazo
Querido Guillermo, mil gracias por tu comentario tan sensible. Ya sabes que uno de los viajes estrella de este año 2022 fue el poder volver a Chile teniendo unos anfitriones tan cariñosos como vosotros. Ojalá el 2023 nos permita reencontrarnos pronto otra vez. ¡Un abrazo grande!
No has parado, amiga!! Que maravilla de año
Que el 2023 sea parecido o mejor
¡Muchas gracias por tu comentario, Bárbara! Sí, ha sido un año muy viajero aunque creo que a ti tampoco te ha ido nada mal. ¡Te deseo un 2023 lleno de viajes y, sobre todo, muy feliz! Un abrazo, Concha
Un año de viajes estupendas, que el 2023 te regale nuevas experiencias para compartir con tus lectoress!!
!!!Feliz 2023!!!
¡Feliz 2023 a ti también! Y mil gracias por leer con tanta fidelidad este blog. ¡No sabes cuanto lo aprecio!